6.9.07

Fe ciega

La palabra fe está sobrevaluada jodido. No importa; no concierne a los pormenores que se pasarán a elucidar a continuación:

Confiamos en muchas cosas todos los días. Supongo, en verdad, que con “muchas cosas” quiero decir una sola: confiamos en el raciocinio del ser humano.
Ejemplo dado: Gise cruza la calle con miedo, pero cruza, ¿cierto? En ese momento ya está dejando la vida en manos de cualquier persona que, sentada detrás de un volante, decide obedecer cierta ley de tránsito y no pasarle por encima como quien no quiere la cosa (a Gise o cualquier otro peatón que cruza, fe ciega, la calle cuando “tiene luz”).

Y ojito, porque de este ejemplo de deducen infinitos ejemplos más que, si lo consideramos por más de dos segundos, son terriblemente espeluznantes...

Confiamos en que nadie que haya tocado el pasamanos de colectivo tenga sífilis, lepra, etc, cuando no nos lavamos las manos para comer los sandwichitos de miga (sanguchitos, también); confiamos en que los laboratorios que hacen las medicinas que tomamos (y creemos necesitar, tan sobrevaluadas, también) cumplen con todos los requisitos que tienen que cumplir y estamos ciegamente seguros de que las pastillitas que tomamos tienen efectivamente eso que dice en el prospecto que tan pocas veces leemos (algunos pocas, yo siempre), porque confiamos; confiamos en la telefonía móvil (que tan mal anda siempre y nos deja pagando, por crédulos), en Internet (y cuando falta casi no podemos hacer cosas), confiamos en que nadie va a venir de repente y clavarnos un puñal por la espalda (literal, y a veces figurado) o dispararnos con una ametralladora, ponele. Confiamos en la gente que hace nuestros edificios, que cura a nuestros enfermos, que instala nuestras alarmas que detectan monóxido (ninguno puede ser tan irracional y cruel como para conectarla mal a propósito, ¿no?), que hace cumplir las benditas leyes que nuestros alimentos tienen que cumplir para no perforarnos el maldito estómago, que fabrica nuestros autos (o fabrica las máquinas que fabrican nuestros autos), que maneja los colectivos que nos llevan a casa, o los taxis, o los subtes, o los aviones, o lo que sea.

Confiamos, entonces, en la gente, principalmente. Porque es la gente la que hace las leyes y la que tiene que respetar los códigos (llámense señales de tránsito, normas de convivencia, etc). Confiamos en el raciocinio de quien piensa la ley, quien la redacta, quien la cumple y quien la hace cumplir. Desde el ejemplo más individual y pequeño al más amplio mandamiento que existe. Confiamos todo el tiempo, en gente que ni conocemos y con quien muy poco compartimos; en la gente como un particular.
El problema está cuando esa fe se ve traicionada exorbitantemente (como suele pasar, y no me refiero a pequeños errores –porque errare humanum est y todos lo asumimos sin chistar para no pegarnos un tiro a la primer metida de pata). La sensación es de la impotencia y el despojo más grande que existe. Porque si no podemos confiar en el ser humano que tenemos al lado (o en el ser humano como institución), a veces dudamos si podemos confiar en nosotros mismos. O no, pero igual duele.












(la foto no sé, cortar la racha suicida con un poco de otra cosa...la inocencia feliz de la niñez, la nostalgia por tiempos mejores, el encendedor en mi mano que implica un pésimo desempeño de marta en su papel de madre responsable que prefiere sacarme una foto para reírse de mi que evitar que me prenda fuego...esas cosas, ¿no?)

3 comentarios:

Rocío Azarloza dijo...

me ahorro el comentario profundo y cultural porque para eso ya estuvo lo que escribiste.
Me limito a recordar aquel dia en el que realmente miramos esa foto en tu corcho y no la vimos asi nomas y descubrimos que eso que la pequeña gigi rumbera tiene en la mano es efectivamente un encendedor.
No pudimos más que decir..y bueno..tiene coherencia.

hoylaschicassevandepachangaymañanacompranlingerie

Anónimo dijo...

A veces tenés fe en que no pasen las cosas que el prospecto dice... como parálisis... o muerte también

Ya lo discutimos el otro día y sabés que estoy de acuerdo y que me da mucho miedo que a alguien sólo le de risa atropellar gente sorpresivamente y ser justo yo.
También discutimos cosas más crueles que es bueno que no hayas escrito porque te vas a la mierda de deprimente con el destino de la humanidad y la naturaleza que te la cobra.

beso giselooo

Anónimo dijo...

jodida escéptica